miércoles, 29 de enero de 2014

Encuentros con senegaleses II

Cuando llegué a la parada ya era casi de noche, le reconocí de lejos por su característica ropa diseñada por él mismo y su gorra de garçon français. “Antes fumaba pipa, sobre todo me gustaba tenerla en la boca mientras pintaba” me dijo cuando le remarqué su aspecto bohemio. “¿Sabes que  tienes el aire de un artista atormentado?” le  “Eso es porque no has visto la gran barba que me dejaba crecer antes de casarme, te hubiera dado miedo” me respondió."Me gusta la barba en los hombres, pero a lo que pienso… no he visto a muchos senegaleses con ella" 

Entontonces empezamos a andar hacía algún lugar impreciso.

Y era la noche el viento y la arena. Y era el ruido de los coches pasando, más la oscuridad, a penas alumbrada por las luces de las tiendas que íbamos dejando atrás, lo que impedía nuestra comunicación. Nuestro particular francés, que no ocultaba el origen de cada uno tampoco ayudaba a entendernos.

“Me falta algo María. No soy feliz desde que me casé hace un año”
El tema que nos ocuparía aquel día fue expuesto por Ibrahim antes de llegar a nuestro destino.
“¿Por qué te has casado con una mujer a la que no conocías?”
“Por mis padres, ellos querían que lo hiciera. Nuestra cultura es así, no puedes decir que no a tu familia. Pero yo no amo a mi mujer, ni mi mujer me ama a mí. Los dos lo sabemos”
 De pronto me di cuenta de que no había sido buena idea pedirme un té a esas horas. Probablemente esa noche no dormiría bien.
“En Senegal a veces la familia exige a los hombres casarse para que su mujer ayude a sus padres y les cuide. Y te busca una mujer, como mi familia lo ha hecho conmigo”
Pensé en la lógica y  en la crueldad social de un país con un sistema de pensiones y ayudas a la tercera edad débil en el cual los mayores eran culturalmente cuidados y mantenidos por los hijos. O más bien habría que precisar como mi  amigo me decía, por las mujeres de los hijos.
“Mis padres necesitaban a alguien joven que les ayudara en casa. Mi mujer tiene sólo 16 años.
“¿16?”
“15 cuando nos casamos hace un año”.
“¿Y tú, cuántos años tienes tu?”
“Treinta y dos”

A veces había silencios, era mientras comíamos. Unas pausas que me ayudaban a digerir no sólo la comida de mi plato, si no la cultura de la que ahora formaba parte.
Tenía que admitir que Ibrahim escuchaba mucho, en comparación con el resto de hombres senegaleses con los que había podido mantener  una conversación similar. Y no parecía estar interesado en tener la razón, ni en hacer apología de su país y de su cultura.

Yo trataba de enseñarle en mi ordenador las fotos que había tomado en mi primera visita a su casa, eran fotos de su familia y de su entorno, cotidianas para él, fascinantes para mí. Pedazos de mi idealizada Africa. Sin embargo ese día él había decidido hablarme de sus sentimientos.

“Siento como si me faltara algo en mi vida María, como una angustia aquí…” y se tocaba el pecho. Como intentando tapar el agujero que yo ya había visto el primer día en que le conocí. Y el mismo agujero que también había visto antes en ti, el mismo.
“Me siento atrapado. Me gustaría tener un lugar tranquilo para mí, sólo para pintar y tener una mujer a la que ame a mi lado”
“¿Nunca amaste a ninguna?”
“Sí, a una, pero se acabó hace unos años. Su padre la casó con otro hombre. Esa historia me hizo mucho daño, me trajo mucho sufrimiento, desde entonces estoy vacio. Necesito a una mujer que me inspire.”

"Sí Ibrahim" pensaba yo oyendo tus sentidas palabras, entiendo bien tu discurso, lo que me quieres decir, pero lo que insinuas no es posible. Y después, tu mujer esa niña de 16 años, ¿en qué lugar  queda de toda esta historia? ¿en qué lugar de tu particular sufrimiento de artista "atormentado"?

“¿Has hablado con tu mujer de esto? ¿te has puesto en su lugar? Si tú eres infeliz con esta situación, tú que eres un adulto… ella con sus dieciséis años, no debe ser mejor para ella…”
“ Sí, he hablado con ella,  siente lo mismo que yo. Mis amigos me dicen, "ya aprenderás a quererla con el tiempo, que eso llega poco a poco" pero yo les digo que no puedo. Necesito una compañera que entienda lo que hago”

Era de noche y ya quedaba poco. Y otras cosas de mí que no entendía
“Es tu cultura, y la cultura en la que uno nace o la acepta y se comporta según sus reglas, o rechaza algunas de ellas, y tú parece que las has aceptados todas…”
Totalmente atrapado, así te veían mis ojos, mientras una especie de fascinante incredulidad hacía lo que estaba viviendo en ese momento, se apoderaba de mí. O quizás era la noche en ese lugar que no entendía.

“Estoy muy contento de conocerte. Ahora tú eres de mi familia” me dijiste, cuantas veces habría de oír esa frase de tus labios y de cuantos más a los que ya no había vuelto a ver.
“Gracias Ibrahim, me gusta hablar contigo"
“Y a mí contigo. Estas cosas no se las he contado a nadie.” Y estaba segura que de todas las cosas que me había contado esta era posiblemente la más sincera de todas. Por unos momentos sufrí con él y con todos los hombres que no tenían a nadie a quien contarle que tenían un agujero en el pecho del que no se podían deshacer.

“Tú eres un ángel. Has venido para ayudarme”
Eso sí me hizo reír. Palabras amables y romáticas que rompían la coherencia de nuestra conversación. Las pronunciaría muchas más veces, y delante de los demás, cuando un mes después volví a visitarle a su casa familiar. Adorable oirlo y tan infantil: "eres un angel"

“No. Yo no puedo ayudarte" Le dije la verdad "Busca dentro de ti y deja de mirarte con tristeza. Es la imagen que tienes de ti mismo la que te impide llegar a dónde quieres. Haces mal buscando el amor fuera. Qué visión tan idealizada del amor, amigo..., lo siento. Lo que buscas no está delante de ti ahora”

"Tu me inspiras..."
 Miré su gesto abatido. Apenas había comido la mitad del plato al que le había invitado.

"¿Sabes que me gustaría grabarte pintando la tela y hacer un pequeño documental sobre tu manera de expresarte a través de la pintura, ¿te gustaría?”
... 
Un mes después volvía a su casa en la banlieu de Dakar, a compartir su pintura y la de su hermano, que nos ofrecieron esta perfomance improvisada. 

Y ví mi pasión crecer.



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viernes, 10 de enero de 2014

Recorriendo Senegal.Impresiones I

Senegal es una "basura"


"Check, ¿pero qué haces?" le dije cuando vi que su intención era tirar el pañuelo que acababa de usar por la ventana que daba al patio.  "Que más da, Senegal es un basura" me contesto mi alumno de 17 años. "Puede que Senegal sea una basura" le dije "pero éste colegio no lo es, asi que tira el pañuelo en la papelera". Se levantó para hacer lo que le había pedido mientras que con un levantamiento de hombros insistía: "pero es verdad". 
Continuamos con la clase, pero esa frase y el contexto en la que fue pronunciada se quedaron grabados en mi mente.  Ahora la recuerdo a menudo. Cada vez que tengo que saltar el río de basura que me separa de la parada del autobús, ante las botas y chanclas abandonadas en las rocas de las playas de Gorée o contemplando las latas oxidadas que los niños llenan de arena y agua en la playa.



Quizás he tardado demasiado en hablar de uno de los hechos que más me impactó  cuando llegué a Senegal. Supongo que por aquel entonces, mi cerebro estaba haciendo un esfuerzo demasiado grande seleccionando las cosas más positivas del entorno, para poder amar rapidamente el lugar en el que viviría los siguientes meses. Esa visión positiva sigue predominando, por eso estoy aquí, pero no puedo dejar de ignorar ni sorprenderme por uno de los grandes y evidentes males de este país :La suciedad exterior.

Y remarco "exterior" porque he tenido la oportunidad de entrar en muchas casas habitadas por senegaleses de diferentes clases sociales, las cuales me han parecido siempre impecables, igual que la gente que habitaba en ellas. Esta limpieza, llena de buenos olores, contrasta fuertemente con las calles de cualquiera de los barrios populares de Dakar. Pensé que sería un problema de las urbes, las aglomeraciones humanas suelen conllevar kilos de incontrolable basura diaria, pero me equivoqué. cespués de diez días viajando por este país, puedo decir que la falta de limpieza en las calles, en las playas y en el campo es la regla general. Un grave problema al que no parece que se le de ninguna importancia.  En mi viaje pude ver preciosos  hospitales y centros de salud inanciados por la cooperación extranjera, en pueblos llenos de basura, dónde los niños hacían de ella sus juguetes.

(¡Y en las entradas y salidas de los pueblos! basura por ambos lados, en su mayoría plásticos que no se degradarán jamás.Y mucho más allá, dónde parecía que ya no había vida, seguíamos viendo bolsas y botellas, cubos y recipientes de todas clases y colores. Y la frase de mi alumno repitiéndose en mi cabeza como música de fondo.Será dificil olvidar el choque de ver tanta cantidad de objetos inútiles y sucios  en las presciosas playas del parque de la Langue de Barbarie, una zona que vive especialmente del turismo y que fue declarada zona por la UNESCO por su variada fauna y flora. En los encantadores pueblitos de alrededor por los que con tanto placer caminé pude observar como sus habitantes habían hecho de las partes traseras de sus casas verdaderos vertederos.)


Educación, cultura, nivel sociocultural, gobiernos, todos son responsables de este desastre, aunque según con quien hables la balanza se inclina hacía un lado o hacía otro.

Es difícil de entender en un país que ha recibido y recibe millones de euros en ayudas del exterior, como  la recogida de basuras no es un proyecto proritario.  No hay papeleras ni contenedores en las calles de Dakar ¿lo he dicho ya? y al poco tiempo de vivir aquí, aprendí que una de las cosas que siempre debes llevar en el bolso si estas fuera todo el día, es precisamente una bolsa de basura, pues puedes encontrar situaciones dónde la necesites y no encuentres ninguna cerca.
Isla de Gorée
Es increíble lo habituada que está la gente a esta realidad, no les gusta, pero tampoco se quejan. La primera vez que una mujer sentada a mi lado en el autobús, me pidió que tirara una botella de plástico por la ventana  yo no lo podía creer, le dije que no, que la tirara mejor en su casa y me miró tan sorprendida como yo la había mirado a ella ante su petición.

 ¿Es la gente sucia en Senegal? NO. ¿Están mal acostumbrados? sí, ¿Existe un sistema de recogida de basuras y limpieza de calles efectivo? no. En Siné Saloum, una región de manglares a 4 horas de Dakar, el pueblo en el que me alojé, estaba limpio en comparación con aquellos que acababa de dejar en  Saint Louis. Preguntando me enteré de que todas las semanas los habitantes se organizaban para hacer batidas de limpieza. En Dakar, el camión de la basura pasa diariamente por delante de mi casa. Tocando la bocina nos anuncia su llegada, es el momento de bajar las bolsas, pero si pasan dos o tres días sin que lo puedas hacer, tendrás que guardar tu basura hasta una mejor ocasión, pues no hay contenedores en las calles dónde dejarlas. 

No me gusta verla, pero esa basura ahí tirada, tan evidente a mis ojos, me habla de lo que somos y de lo que seremos. No es un problema de este país, es la manera de ser y de existir de los humanos en el mundo. Tiramos a la tierra mucho más de lo que ésta puede reciclar y absorver. Consumimos cantidades infinitamente superiores de aquello que necesitamos para sobrevivir, y se dan paradojas como la que viví en mi viaje cuando hablando con una pareja de suizos que habían viajado por diferentes países africanos me dijeron: 
"Aquí en Senegal estamos viendo mucha basura, pero en lugares como Madagascar no vimos ninguna" 
"¿En serio? ¿tienen un sistema de limpieza allí?" 
"no, la gente es tan pobre que lo recicla absolutamente todo"