domingo, 7 de diciembre de 2014

Polvo y arena

Estaba deseando, impaciente, el fin del calor en Dakar, actuando y pensando como si lo que vendría después fuera a ser mejor.

Solíamos quejarnos cada día de lo difícil y agotador que era trabajar con esa humedad y elegíamos no salir, ni andar demasiado pasando nuestras horas libres muy cerquita del ventilador.

Los días de playa acababan siendo más cansados que correr una maratón y siempre nos quemábamos sin quererlo. 
Es difícil calcular los efectos del calor sobre tu piel, cuando el sudor la refresca continuamente.

 Pero de pronto llega un día en el que tu piel deja de estar húmeda, la cesta de la ropa para lavar de esa semana disminuye notablemente, y ya no tienes que comprar dos botellas de 10 litros en una semana para beber. Una mañana ves que los niños andan camino del colegio con jerséis, algo que te parece excesivo y te ríes, y sientes muy claramente algo así como el bienestar de los primeros días del otoño europeo. Antes de salir por la noche coges un fular "por si acaso" y cuando caminas por la calle buscando un taxi, el viento te descoloca el pelo que tanto te había costado domar.
Pero el cambio se hace del todo evidente cuando un día abres la puerta del comedor y lo encuentras lleno de la misma arena que colorea  tu calle. El invierno ha llegado y con él la poussière et le sable.

 Durante tres semanas no paras de toser, siendo las noches especialmente difíciles. Te despiertas sintiendo el sabor de la arena en la nariz y en la garganta. 
" A mi me pasa cada años por estas fechas desde que vivo aquí y me dura meses". Me dice una amiga. "Alguien me explicó que el clima de Dakar es muy particular y se producen unas corrientes que traen arena y polvo de todas partes, con todos los bichitos y microbios dentro que te puedas imaginar. Y en este barrio ya sabes que las calles son de arena y además hay muchas obras, lo que hace que la arena entra hasta nuestras casa"

Y se meta en cada rincón de ella. Mi piso es prácticamente el único terminado de mi calle, todos los demás están en semi construcción. El ruido de las obras no me molesta porque el subdesarrollo de este país hace que no se usen máquinas. Puedo asegurar que se oyen más los aparatos radiofónicos que los obreros usan para entretenerse, que los golpes de sus paletas. Pero las obras y la llegada de camiones con materiales de construcción hacen que la arena y el cemento se acumulen a lo largo de toda la calle.







El resultado en el interior de mi hogar es, arena en el suelo, arena  en puertas y paredes, arena  en la ropa puesta a secar, arena en las ventanas, arena en las mosquiteras, en el sofá, en los manteles, en la cama, en mi pelo, en mi nariz y en mis pulmones. 
Recuerdo que una de las cosas que más me llamó la atención el año pasado  es el número tan elevado de niños que encontré con problemas de asma y otros problemas respiratorios. Dakar es una ciudad extremadamente sucia con una gran diferencia entre los pocos barrios de clase alta y el resto de barrios populares. El mio, Ouakam, se encuentra entre estos últimos y mi casa está cerca de una arteria principal llena de comercios. Hace un mes decidieron "arreglarla" a la senegalesa, es decir, con fecha de inicio pero incierta fecha final. Han quitado las piedras y allanado el terreno lo que no es poco, pero han dejado una capa de arena roja que se te pega hasta en el alma. Estoy obligada a recorrerla todos los días para llegar a mi trabajo, recorrido que tan sólo dura 5 pero que tiñe mis pies y zapatos. En este recorrido diario, me molesta el tramo en el que obligada a ir por los laterales de la carretera, mis pies sufren las dificultades de avanzar sobre esta arena del desierto. Llegar  al final del día a mi portal y desprenderme de mis zapatos antes de entrar en casa, es una de las cosas que más me relajan, y tirar toda la arena acumulada en ellos por el balcón  se ha convertido en un ritual.











Viendo la arena que saco cada día de mis zapatos me estoy planteando usar en mi provecho esta naturaleza  salvaje e incontenida y empezar un curso on line de "escultura arenil" para desarrollar mi creatividad y hacer negocio. Es eso, o estar siempre enfadada con esta intrusa que me quita tiempo en hacerla desaparecer  de mi vista.

Estoy envuelta de una nube de polvo y arena aquí sí, y sé no es lo mejor para la salud, pero no me preocupa. Últimamente he visto demasiado las noticias y me he dado cuenta de que  la nube de decadencia moral que planea por Europa es más peligrosa  y mortal que todo el polvo, calor y pobreza del desierto africano.Tened cuidado.








Ouakam, desde mi terraza



viernes, 21 de noviembre de 2014

Heroínas africanas


Es mi heroína del momento. Se llama Sockna y limpia el piso de acogida en el que trabajo. Todas las mañanas nos saludamos y todas las mañanas beso a su hija Tatiana que se hecha a llorar en cuanto me ve porque tiene una especie de aprehensión incomprensible hacía los blancos. La última vez que la cogí en mis brazos  me miró fijamente  durante varios minutos, cómo si estuviera comprobando mi calidez humana, y después se echó a llorar. Trop mignone la petite, tan guapa como su mamá.

Lo he intentado todo para que no me tenga miedo, he abrazado a su madre delante de ella para que vea que es mi amiga, he probado a quitarme las gafas, a ponerme un pañuelo de wax en la cabeza, a hablarle en Wolof, pero no hay manera de aproximarse a ella sin una reacción exagerada por su parte, porque a veces llora, pero a veces se ríe de nervios cuando me estoy cerca. Lo único que me consuela de su desconsuelo es que con el resto de "toubabs" que se acercan a la casa reacciona de la misma manera.Tatiana me encanta es verdad, pero a su madre... a su madre la admiro, por trabajar con ella en la espalda durante horas. Cada día la veo subir y bajar las escaleras, fregar, suelos, poner lavadoras, limpiar la cocina y los baños con su hija de 11 meses y 10 kilos en la espalda. Y casi cada día le pregunto estúpidamente, "Sockna, ¿no te duele la espalda?" y ella me responde rotundamente: "sí" y acto seguido hace un gesto de manos abiertas acompañado de una sonrisa de resignación. No habla francés pero nos entendemos,sé que simplemente no tiene elección.

Afortunadamente Tati duerme bien y pasa varias horas en la cunita, el resto del tiempo ronronea literalmente sobre la espalda de su mamá. En esto consiste la conciliación laboral en África, en ponerte a tu bebé en la espalda y a aguantar la jornada laboral como pueda. Esto es lo que hay y no hay mas. El lado positivo es... que la mamá puede pasar todo el día con su bebé, el negativo que casi no le ve la cara porque lo llevan siempre en la espalda para poder tener las manos libres, y que nunca verás a un hombre con su bebé en la espalda, y que la esperanza de vida de la mujer en Senegal es de 63 años. Y sin embargo, os puedo decir que de todos los pesos que las mujeres africanas soportan cada día, el de sus bebés de 10 kilos sobre la espalda, es con diferencia el más liviano.



                                                                    Sockna y Tatiana


domingo, 16 de noviembre de 2014

Cumpleaños felices en Senegal

La orden del día de la reunión de hace un mes tenía como punto principal, la celebración de los cumpleaños de los niños de nuestro hogar. Días antes había elaborado dos grandes carteles con las fechas de cumpleaños de todos los pequeños y las había colgado en la pared para que las educadoras las tuvieran siempre presentes. Llevada, sin poder evitarlo, por un gran etnocentrismo cultural, le dije al personal que, ya que no podíamos celebrar una fiesta por cada niño, debíamos encontrar alguna manera para hacer sentir especial a los cumpleañeros el día de su aniversario.

Yo hablaba y hablaba sin parar a las educadoras reunidas frente a mí, de la importancia de ese día en la vida de un niño, y yo misma antes de que me pudieran responder tardé otros 15 minutos más en exponer mis ideas para celebrar el de nuestros niños. ¿Por qué no les despertamos con un desayuno especial? Una pequeña tarta con una vela y se vayan al colegio habiendo pedido un deseo. Les podríamos comprar algo pequeño, un detalle, puesto que sabéis que en el hogar todo es de todos y nada pertenece a nadie en concreto, estaría bien para el niño tener algo que le perteneciera además de la ropa, algo propio

Mientras hablaba rodeada de mis compañeras, una parte de mi cabeza navegaba en mi pasado infantil lleno de regalos, de tartas y de velas mientras la otra, proyectaba en los niños del hogar mi alegría infantil.

El problema María es que si le damos un desayuno especial a uno, los otros 15 van a querer lo mismo. E. no quería problemas, su comentario me mostraba que no deseaba tener que luchar con los llantos y disputas de los niños a las seis y media de la mañana.   Bueno creo que los niños se deben acostumbrar a esperar su momento y saber que no todos pueden hacer lo mismo siempre. Es una cuestión de hablarles, ellos van a entenderlo. Es más fastidioso para ti que para ellos, que se acabaran acostumbrando y esperarán “su día especial”. Les respondí que no debían olvidar que cada niño era único y que por eso hacíamos cosas diferentes para cada uno de ellos.

Parecían convencidas y después de explicarme como lo habían hecho años anteriores (afirmando que a veces se olvidaban de celebrar los cumpleaños) acordamos que cada monitora haría algo especial con su grupo de referencia en esas fechas.

 Pero antes de que los trabajadores se dispersara, me acordé de algo, cogí mi libreta y les dije: ¡esperad, esperad, también quiero saber vuestros cumpleaños, voy a hacer otro cartel con ellos! Ninguno me contesto inmediatamente. E miró al cielo y contó con sus dedos los meses del año: “el 3 de abril, no, no de marzo”. L me dijo simplemente, No sé cuándo es, porque nunca lo he celebrado, es el mismo día de mi cumpleaños cuando lo sé porque la gente de Facebook me felicita. L me afirmó que nunca había comido una tarta, ni soplado velas, ni recibido un regalo alguno para celebrar el día de su nacimiento. La mujer que limpia la casa rectificó la primera fecha que me había dado cuando miró en su DNI, la cocinera me lo dijo el día siguiente. Es cultural, María, aquí no lo celebramos. Pero E, ¿podrías decirme la fecha de nacimiento de tus cinco hijos?  Le pregunté. Volvió a mirar al cielo. ¡UY! Tendría que pensarlo, te podría decir el mes.


Pero esto, de que lo que es importante en una parte del mundo, carece de importancia en cualquier otro lugar ya lo había aprendido tiempo atrás a pesar de lo cual no dejaba de sorprenderme el hecho de que tanta gente en Senegal no conociera exactamente su fecha de nacimiento. Nosotros la celebramos cada año y la escribimos en cientos de documentos oficiales a lo largo de nuestra vida, documentos que ni siquiera existen aquí, pues hay incluso muchísimas personas, que no tienen partida de nacimiento ni DNI. 

Les pregunté a mis trabajadores si les agradaba que alguien a quien consideraban importante en sus vidas les hiciera un regalo. Todos estábamos de acuerdo en que el gesto de ofrecimiento era más importante que el objeto ofrecido. ¡y vaya! a todas las educadoras, les gustaba sí, recibir regalos aunque como comprenderéis no estaban en ningún modo traumatizadas por el hecho de no haber celebrado sus cumpleaños, ni por la seguridad que tenían de que no los celebrarían probablemente jamás.

Me acordé que el año anterior me habían invitado a un cumpleaños en el barrio de Pikine. Había muchas mujeres en la casa cocinando, como siempre, y recuerdo que la propia homenajeada formaba parte de este grupo de féminas que hacían la comida para la gente que iba llegando a la casa. No vi ningún regalo en todo el día salvo el que nosotros, los europeos invitados, le ofrecimos.

Un mes después de esta reunión, y cuatro cumpleaños celebrados, me parece que he conseguido que los educadores encuentren hermoso el ofrecer algo especial por los cumpleaños a los niños. B me sorprendió decorando la cama de la pequeña Mati, con caramelos y juguetes de la casa y O con su bella dedicatoria en el diario de Alain. Aunque aun sigo acordándoles las fechas con antelación para que no se olviden de comprar un pastel para el desayuno. 

L. se acercó a mí hace unos días, para decirme con voz emotiva que le parecía genial que celebraremos de esa manera los cumpleaños de los niños. Comprendí bien su satisfacción porque él mismo, el día anterior le había ofrecido a Alain por su treceavo aniversario, un reloj y un perfume. Yo asentí, pero no le quise decir que el único momento del día en el que había visto iluminarse la cara del niño, a pesar de los cariños y regalos que recibió de todos los educadores, había sido cuando había llamado por teléfono a su padre, aunque éste había olvidado por completo que hacía trece años su hijo mediano venía al mundo. 


lunes, 27 de octubre de 2014

Senegal. Volver a empezar

Vuelvo a escribir cumplidos los dos primeros meses de mi vuelta  Senegal con la intención de seguir explicándome  y explicándoos.

 Vuelvo a esta suerte de traducción de sentimientos, emociones, y vivencias, pero avisándoos de que la traducción será limitada e inexacta pues no estudié para ser intérprete de mi misma.
Vuelvo a escribir desde el mismo país desde el que lo hiciera, es verdad, pero desde otra vida diferente.
Durante los dos últimos meses he tenido todas estas palabras empujando a mi mano para ser escritas, mientras otra parte de mí me pedía silencio y esperaba el momento. El buen momento para continuar con dulzura y mesura esta parte de mi camino.

Et voilà que j’y suis arrivé
Et voilà que Je suis là.

He dudado sobre a qué palabras dejar salir primero, porque todas están impacientes por que las oigáis. Una vez quise relatar el encuentro con una mujer que vino a pedirnos que acogiéramos a sus gemelos, los últimos de siete hijos, dos de ellos ya muertos, con los cuales mendigaba en las calles del centro, una imagen normal en Dakar. Se tuvo que ir como vino sin una respuesta que pudiera cambiar su vida, sin una solución. Otra vez quise escribir sobre los ataques de ansiedad de la hija de la mujer que viene a casa a limpiar. Intenté explicarle el problema mirándola a los ojos, el  mismo problema de siempre, pues es el mismo aquí y allí  y ella me explicó que con las medicinas naturales de la Casamance su hija se encontraba  un poco mejor, porque las que les había recetado el médico la dejaban demasiado aletargada e inactiva.  El estrés de la cocinera y su llanto ocurrió casi al mismo tiempo y yo intensamente tocada por la pureza de este sufrimiento femenino fui incapaz de escribir sobre la inutilidad de quedarse en las diferencias cuando lo que nos hace iguales es infinitamente más grandes y profundo que aquello que nos separa.

Otra vez conté el número de veces que al día alguien me pedía algo como dinero, comida o ayuda, quería escribir sobre ello, pero cuando acabó el día simplemente lo quise olvidar. Iba a escribir sobre los niños abandonados que por la noche recoge el SAMUR SOCIAL  para curarles, darles una cama y ayudarles a volver con sus familias, eso merece un capitulo a parte en este libro. Y en otra ocasión me pareció suficientemente “graciosa” como para relatarla, la explicación que una  de mis educadora dio al comportamiento de una madre de uno de los menores que acogemos. Según ella su asocial manera de actuar se debía a que un mal espíritu moraba en su cuerpo, me dijo: “tú no lo entiendes porque en Europa no creéis en eso, pero es verdad, una mujer que hace eso, es porque tiene dentro un rap” el trabajador social se rió un poco abochornado y  yo pensé “si tú supieras en las cosas que creemos en Europa…”, pero  lo que finalmente le dije es que esa mujer era una víctima de la pobreza en la que había nacido y cualquier patología mental que pudiera haber desarrollado se debía a sus circunstancias sociales y familiares, y que en Europa teníamos estructuras sociales las cuales ayudaba a integrar a las mujeres que habían vivido situaciones parecidas.

La estigmatización de las mujeres en África.
Si el comportamiento de una mujer difiere al que marcan los estrechos límites de lo que es considerado normal: está loca. Sin compasión.

Reir y llorar es lo que quise hacer cuando le comenté a mi compañera que era necesario llevar a un niño que tartamudea a un especialista  cuando me respondió “¡ah! ¿pero eso es un problema? Pensé que formaba parte de la manera de ser de una persona, a mí los chicos que hacen eso me parecen muy “monos”. Mi hermano lo hace desde pequeño y nunca lo hemos visto como un problema” En Senegal es común ver a personas que tartamudean. En Senegal una sesión con un psicólogo, terapeuta, pedagogo… cuesta entre 30 y 50 euros la hora. Los especialistas de salud mental se cuentan con los dedos de las manos y sobran dedos. Todos se han formado en el extranjero. El salario mínimo mensual aquí ronda los 100 euros.


Ha habido tantas cosas  ¡ay! que he querido contaros…


jueves, 28 de agosto de 2014

Vivirlo para entenderlo

 Escribo en la oscuridad y hasta que se acabe la batería del ordenador que una vez más he tenido que cargar en un bar cercano a mi casa. Hace cuatro días que persigo al dueño del piso para que me conecte unos cables que me darán la luz. La compañía de la electricidad tarda unos diez días en traerte el contador que previamente he tenido que alquilar (25 euros, dinero que supuestamente me devolverán cuando me vaya) así que mientras tanto hacemos un apaño de estos ilegales que se hacen en todas las ciudades y países del mundo.

Pero aún sin luz estoy feliz porque tengo agua, ahora mismo demasiada, pues mi pasillo está inundado por la última refrescante tromba de lluvia que acaba de caer. Es que en este piso recién construido (¡lo estoy estrenando!) ninguna ventana cierra bien y por la más alta se cuelan rayos y truenos y toda el agua que quiera entrar sin haber sido invitada. “Pero no pasa nada”, he pensado, porque la época de lluvias son sólo dos meses y el paraguas abierto al borde de la ventana no queda tan mal. Me encantaría que lo vierais, lástima que no pueda cargar la cámara de fotos… 

Antes de continuar con este articulo, esperad,voy a mandar un mensajito al propietario del edficio: “mon ami, pas d’électricité encore, le menuisière il n’est pas venu non plus pour régler la serrure du balcon. Je veux de la électricité avant que la nuit tombe, merci” He decidido que no pagaré el mes de septiembre hasta que no venga alguien a ponerme la electricidad, y que le voy a mandar varios mensajes al día a este señor al que ni siquiera he visto, como si fuera mi enamorado, todo de de buena onda, mais je vais te harceler, oui ¿o es que va a pagarme usted las pilas de las linternas y las velas durante los próximos diez días?!

Lo mejor de esta incesante tormenta ahora que me doy cuenta, es que no ha habido la llamada al rezo. Estoy demasiado cerca de alguna mezquita, que desde las siete de la tarde hasta las nueve de la noche anima el barrio con rezos repetitivos de hombres y niños desde un megáfono y a las cinco de la mañana claro, me despierta con la llamada a la oración. La religión musulmana es así de “generosa y respetuosa”, comparte sus creencias y rezos con quiere escucharlas y con quien no, pues también, un poco como yo con este blog... Pero ¿os imagináis que cinco veces al día de todos los megáfonos de las iglesias de nuestro país (sí, ya sé que no hay megáfonos en las iglesias, pero un poco de imaginación) te llamaran a rezar y durante dos horas escucharas padres nuestros y aves marías? ¿Os imagináis vivir a unos metros de una iglesia en un país así? Lo positivo debo decir es que no entiendo el significado de lo que dicen y finalmente tampoco el tono me resulta desagradable, hay cierta harmonía en las voces y me recuerdan a los mantras budistas con los que ciertas personas dicen entrar en trance. Lo único que me crea rechazo es que no puedo elegir escucharlos. Como tantas cosas en Senegal que la gente no puede elegir, y que aceptan sin levantar la mano ni alzar la mirada. Y su volumen, ça me soule un peu, demasiado alto en mi opinión para un país bastante respetuoso con el ruido. Anoche imaginé que entraba en la mezquita y acercándome al Imán que canta por los altavoces, le decía, "perdone usted buen hombre ¿puede bajar el volumen de esta cosa? Es que no puedo leer en paz". O quizás sea una grabación, no sé a ciencia cierta a quien pertenecen esas voces masculinas, porque como mujer no musulmana no estoy invitada a entrar en sus templos.


Deberíais ver esta clase de tormentas, son pequeños tifones que levantan toda la arena de la calle y arrastran la basura de los solares cercanos, todo vuela, la gente corre y los cristales de mi imperfecto piso tiemblan en la oscuridad. El aire silba fuerte como en las películas de miedo, aunque yo estoy lejos de ese sentimiento ahora. Creo que es un buen momento para meditar.



domingo, 13 de julio de 2014

Mis viajes por Senegal I. Momentos.

En los últimos diez meses de mi vida en Senegal he tenido la oportunidad de viajar bastante, aunque todavía no he hablado de ello, porque no considero a este blog como una web de turismo, si no como un contenedor que recoge mis encuentros, mis experiencias, y mis percepciones de este país, algunas positivas, otras negativas, siempre subjetivas. Sin embargo por haber sido una parte muy importante de mi vida estos fantásticos viajes, he sentido la necesidad de escoger lo mejor de cada uno para plasmarlo aquí. 

Este artículo no propone un itinerario, sólo habla de algunas situaciones y lugares mágicos a los que mi mente regresa de vez en cuando.

Casamance 
Perdidos en los brazos de mar... 

Sobre el paisaje de la Casamance puedes encontrar millones de palabras escritas en Internet en todas las lenguas posibles. Si amas la naturaleza y su biodiversidad no hace falta que te ocurra nada más que llegar y entrar en uno de sus bosques para que tu experiencia allí colme todas tus expectativas. 



A los diez minutos de haber puesto el primer pie en esta región, de camino  al pueblo de Oussuye , pensé: "me quiero quedar". Y ese por cierto fue el único y real peligro que yo sentí en Casamance, el deseo de quedarme en sus bosques.








Acabo de mentir. Tuve otro miedo,increíble y visceral . "Mi momento" en Casamance duro siete horas en el que pasamos por diferentes etapas de alegría, cansancio, fascinación, temor, agotamiento y dolor. 

Las personas que hicieron el viaje conmigo podrán ratificaroslas todas, e incluso añadir alguna más que se me haya pasado alto.
Y todo ocurrió sobre los bolong, los brazos de mar rodeados de la Brousse, la maleza salvaje y característica que los rodea. Brazos enormes de agua salada que van a dar al mar, de los que surgen cientos de meandros cubiertos por gigantes ceibas, ramas, y hojas que no te dejan ver el cielo.


***

Y nosotros estábamos allí, los cuatro, con nuestras piraguas de plástico y dos senegaleses para guiarnos en nuestro paseo hasta la isla de Eloubaline, dónde comeríamos y descansaríamos hasta la hora de regresar. Ahora que veo las fotos y videos del inicio ¡qué naif, e intantiles parecemos en esos momentos! tan lejos de saber lo que nos esperaba aquel día. Pues aquello que creíamos un liviano paseo, resultó ser en realidad una excursión 40 kilometros en piragua, que duró seis horas sobre el agua, en las no paramos de remar.

No tengo apenas fotos de nuestra llegada, simplemente no podía sostener la cámara... 




Fueron seis horas, y hubieran sido cuatro, si el guía que tuvo que arrastrarme a la vuelta (perdonad pero pasadas las dos horas mis brazos no respondían...) no se hubiera perdido dos veces, en las que me imaginé intentándo sobrevivir una noche entre la maleza. Seguro que no era la primera. "Tenemos que dar la vuelta, no hemos venido por aquí, aquí nunca he estado, no conozco esto" ¿esto? pensé yo, pero si es todo igual, "¿cómo puedes diferenciarlo?" "Hace cinco años que trabajo aquí, lo conozco como la palma de mi mano, pero la marea a subido, nos hemos pasado la salida que nos lleva hacía el pueblo".


Eran las cinco de la tarde y no me quedaba agua. El guía estaba... digamos avergonzado, quizás fastidiado, o con miedo de que se lo dijéramos a su jefe. "Esto nunca me ha pasado" no dejaba de repetir. Y probablemente era verdad. "No pasa nada, todos nos podemos equivocar" le dije. Y también era verdad ¿o no? Los demás venían detrás y no sabían nada. Los guías hablaban en Diola entre ellos y reían, así que supuse que la cosa no era de vida o muerte. Pero yo no dejaba de imaginar las posibilidades que teníamos de sobrevivir una noche en La Brousse, tan inquietante y llena de ruidos ahora que se ponía el sol... nunca olvidaré en ese tramo final el reflejo de los árboles sobre la inmovilidad del agua en el que el cansancio te impedía saber en que parte estabas realmente tú, y el deseo de tirarme, siempre tengo el deseo de tirarme y nadar como un animal más...


A ese lugar volvería, y con los mismos guías también, no volvería a remar tantas horas, simplemente tienes que estar muy en forma para no acabar agotado. 

Toubacouta. Nochevieja en Chez l'epicier.

¡Mi primera Noche Vieja en África! 

Eran las siete de la noche y no habíamos pensado dónde cenaríamos. Nuestro campamento Chez l'epicier estaba casi vacío y su dueño As, no planeaba hacer nada especial, de hecho parecía que su viejo restaurante hacía tiempo que estaba cerrado.  "La crisis de los últimos diez años está acabando con el negocio. Hay muchos menos turistas, lo que antes ganaba en un mes, lo gano en seis" Hablamos mucho con As y nos contó bellas historias de algunos de sus clientes. Clientes que van por unos días y se acaban quedando...

Había varias opciones, las cuales detesté al momento. Los dos resorts y hoteles de lujo no estaban entre mis posibilidades. Ni en mi ánimo pagar los 130 euros por persona que costaba allí la cena de Noche Vieja. Caminamos por el anochecer de sus calles. El ambiente era tranquilo. Nos habían dicho que esa noche sería movida, que había varias fiestas. ¡Mi primera Noche Vieja en África! tendríamos que ir. Pero llegaron las nueve de la noche y no teníamos ningún plan. Miramos en la bolsa de la comida, nos quedaba algo de embutido y de pan. Molestamos a nuestro amable As de nuevo   para que nos vendiera una Coca Cola y unas patatas con las que acompañar nuestra cena. No hice nada especial, esa noche porque toda mi vida ya lo era, ¿no era extraordinario haber llegado ya hasta ese momento? ¿Cuántas cosas habían ocurrido antes en mi vida para poder estar allí? Comimos y dormimos y nos despertaron los fuegos artificiales y la algarabía. Y antes de volver a dormir salimos a mirar las estrellas. Sentía la paz de África.




El otro lado de Sine Saloum. El carro de Paco.

* Ubicación: Palmarin (Siné Saloum)
* Alojamiento: Ecoldge (lejos de pueblos, enfrente del mar, buen comida, ¡muy tranquilo!, gente maja llevándolo)


¿Cuántas posibilidades hay en tu vida de ir montada en un carromato, por los caminos perdidos de un campo de sabana y baobas de  Senegal cantando a voz en grito "Mi carro me lo robaron" de Manolo Escobar? eso es el tipo de cosas que no puedes prever en tu vida y que sin embargo de pronto ocurren. Nuestro guía Paco, no sabía cuando se puso a canturrear en español, que nosotras le replicaríamos con el mejor repertorio del pachangueo español ¿qué te gusta la fiesta Paco? ¡pues a nosotras más!. A él le encataba el español  y a nosotras Senegal. Él nos regalaba las canciones típicas de su país, y nosotros le enseñábamos las nuestras. Y todo el mundo a nuestro paso nos miraba. Pero no nos sentíamos extrañas y eso era y es lo extraordinario de este país. No era África, era el pueblo de nuestros padres, la playa a la que siempre volvemos, y Paco nuestro colega del barrio y la gente que nos saludaban nuestros vecinos. Por eso queremos volver, por eso y porque además le debo un diccionario de español a mi querido Paco...







Meditaciones en Mbodiene.

* Ubicación: Petit Côte, muy cerca de la ciudad de Joal.
* Alojamiento: La Thiossane ( Todo muy buenoooo, lugar para perderse y desconectar)


Recuerdo especialmente el fin de semana que me escapé sola de Dakar y de mis pensamientos, y fui a esconderme a un pequeñísimo pueblo a dos horas y media de la capital, dirección Siné Saloum Mbodiene. Lo que me llevó hasta allí fue que las tres posibilidades de alojamiento estaban pegados a una laguna y lejos también del pueblo y de cualquier carretera. Muy dentro del bosque y la sábana, cerca del agua dulce y del mar. Lo más acertado fue la elección del alojamiento, La thiossane, un campamento  regentado por Alicia una senegalesa, que además había montado un proyecto social para asistirlas necesidades de los niños de la zona. Ese lugar fue un sueño de paz para mí, sencillo, con la clase de cosas sencillas que puede tener tu casa, buena cocina (preparada por las hijas de Alicia) y mucho silencio. Rodeado de jardines y un campo de baobabs que te llevaban hasta el pueblo. Todavía cuando siento estrés cierro los ojos y me imagino contemplando como subía el agua de la laguna. Y como no había nada, tuve tiempo de pensarlo todo.

El nietecito de Aicia se prestó a hacerme de guía y me enseñó las calles de ese típico pueblo africano, su iglesia, mezquita y colegio.El resto del tiempo lo pasé meditando, leyendo y atravesando la laguna, (justo detrás estaba el mar) y hablando de Senegal y metafísica con un bretón y un lyonés habituales viajeros de esta parte de África. Simplemente me encantó.






martes, 24 de junio de 2014

Bailar en Senegal. Desde la raíz hasta el cielo.

Me quedaba por escribir un artículo antes de partir.
Y no sería justa con mi experiencia si no hablara de ello.
No.

Porque cuando estás tan lejos, y parece que el día de volver no llegará nunca… de pronto aparecen como para salvarte, experiencias nuevas no buscadas que se convierten en el motor que te faltaba para continuar tu camino. Y eso lo que ocurrió el día que empecé a bailar en Senegal.

Si hay algo excepcional en este país sobre lo que profundizar es su cultura musical, con todas sus influencias étnicas, occidentales y latinas y su propio sonido, el sabar, representado en estilo musical conocido como mbalax. Y si hay algo de lo que sorprenderse es del hecho de que, a pesar de tener una religión estricta en sus reglas y limitadora con las manifestaciones artísticas, el baile forme parte intrínseca de la cultura popular.

Casi todo el mundo baila aquí. No en cualquier lugar, no de cualquier modo. Pero cuando es el momento de bailar, bailan. Hombres, mujeres, niños y jóvenes, de una forma como no verás otra igual. Golpeando con ímpetu el suelo, saltando y abriendo y rotando las piernas hasta lo imposible, desde la raíz hasta el cielo.

Vas andando por la calle, y a lo lejos en algún lugar impreciso del barrio en el que te encuentras, escuchas la llamada del sabar y de los dum dum y de pronto, te topas con el círculo de sillas que va creciendo a cada segundo con las personas que como tú han escuchado el sonido de los instrumentos. Puede ser una boda, un bautizo, o algún tipo de celebración que nunca llegas a conocer. Da igual, los hombres tocan, las mujeres bailan como a ti te gustaría hacerlo, dando toda su energía, en un precioso delirio improvisado.



Y tú te quedas hasta el final  encantada, envidiando hasta el movimiento de los niños y niñas que con tres, cuatro o cinco años tienen integrado un ritmo que te parece propio de ellos desde su nacimiento. 



...

Una vez, lo recuerdo muy bien, me enamoré de un músico. No sé si era guapo o feo, alto o bajo, pues me separaban de él demasiados metros como para apreciar estas características. Sólo sé que mis ojos no podían dejar de mirar la energía que desprendía su manera de golpear el jembé. Fue durante mi primer combate de lucha senegalesa y lo que más recuerdo, es a ese hombre entre los demás músicos que formaba la troupe, empapado de sudor, casi en trance, haciendo sonar con pasión su tam-tam y también mis enormes ganas de ir corriendo hasta dónde él estaba para mezclarme con su frenesí. Mezclarme o más bien continuar con el frenesí rítmico que yo ya vivía desde hacía unos meses en Dakar. Y que una vez abandonadas las clases de danza africana, hacían girar mi cuerpo y mi mente al ritmo de los bailes que nunca había podido practicar en Perú.

De pronto tomamos la costumbre de ir a los mismos sitios, semana tras semana a bailar, después de las clases que nos habían unido a ese pequeño grupo de incondicionales apasionados por la kizomba y los ritmos latinos. Las mismas canciones, los mismos bailes. Yo adoraba ver a tantos hombres allí tenderme su mano y su sonrisa, viniendo de un continente dónde la mayoría de ellos, esperan a estar borrachos para mover alguna parte de su cuerpo un sábado por la noche.

Y me encontraba allí, sintiendo la alegría de la gente en cada giro, sintiendo mi propia alegría y pensando lo que pienso siempre que bailo: “porque no puede ser todo así de fácil” o tal vez sí lo es. Ahora sí lo es. Queriendo aprehender más y más ese momento. Dudando de merecerlo. Y cuantas veces en vuestros brazos no pude entender una vez más algo tan estúpido como el racismo. Cuantas, mientras me sujetabais, me vino  ese terrible error histórico... que no voy a nombrar.

Cuando  bailaba en vuestros brazos, yo sentía que bailaba con todos los africanos que han huido, con todos los que han llegado, con los que no pudieron llegar, con aquellos a los que encerraron  injustamente, con los que vagan por las calles lejos de su tierra… y no, no podía entender porque yo estaba allí y ellos no.





A partir de ese momento todo fue mejor. Vivíamos  para bailar y todo los demás no era tan grave. Diez horas por semana, más todo el tiempo que danzaba por dentro, pues por la noche sentía la música moverse dentro de mí, tan real como tus manos en mi espalda.

Sin embargo la emoción no me impedía ver que todos esos instantes en los que mi felicidad se tejía eran tan inconsistentes como hilos de seda entre los que se deslizaba nuestra pasión. Porque vivir como si no se fuera a acabar no quiere decir que no sepas que se acabará. Por eso quería más, quería todo el tiempo. Bailar a cada momento. Cerrar los ojos, vendármelos como hicimos aquel día y aprender a dejarme llevar. Sólo la mente que ha creado encanto tan bello puede deshacerlo.

Así que un día una parte de nosotros se cansó. No fue la fatiga. Fue la cabeza y el tiempo que todo lo transforma. Fue la conciencia y el saber demasiado.  Y que es imposible vivir demasiado  tiempo con un nivel de pasión semejante, ni ser tan deliberadamente feliz e inconsciente en un mundo tan lleno de miseria.


Ahora seguimos bailando en los mismos sitios, pero no siempre, no de la misma manera, y no todos, aunque yo cuando lo hago todavía cierro los ojos y siento por unos instantes la misma excepcionalidad del momento, la misma que cuando empezamos.

"De eso hace mucho tiempo, pero todavía me acuerdo de la sangre joven hirviendo en mis venas, ¿crees que eso se olvida?"
El calor de la sangre. Irene Némirovski




domingo, 15 de junio de 2014

Boda senegalesa

- Las habituales dudas -

Cada vez que  le preguntaba a mi compañero de trabajo M. Ndaye "¿qué tal está tu novia?". Éste me respondía con una sonrisa - "¿qué novia?"- "la bella Maty - Le contestaba yo.  Entonces él insistía fastidiosamente - "¿quien es Maty? 
-" El amor de tu vida, y tu futura mujer"- 

Esta conversión a veces se eternizaba entrando incluso en el mundo de la ficción: -"Me vas a tener que presentar a esa Maty de la que hablas y que dices que está tan enamorada de mí..." - "Eres un sai-sai (pillín)" - le acababa yo por decir como punto y final al interminable bucle de excusas en el que se había metido. Los dos reíamos, sobre todo él, que sin embargo no dejaba ver ni un atisbo de sonrisa cuando las dos francesas y yo, le pinchábamos sobre el tema de una supuesta futura boda. - "¿Y cuando vas a pedir matrimonio a tu mujer? cuatro años de noviazgo en Senegal es mucho..." 

Sabíamos que Maty le presionaba por su parte y que más de una vez se habían alejado por esta razón.

"Para pedir en matrimonio a la mujer, el hombre debe ofrecer una dote a la familia. Ese es el primer paso. Si la familia de la mujer acepta, se fija una fecha para el matrimonio civil y otra, si la familia puede permitírselo, para la fiesta. Pero es siempre el marido el que se ocupa de todos los gastos de las celebraciones y de encontrar la casa dónde vivirán juntos, que en muchos casos es en la casa familiar del marido. En fin, que si quieres hacer las cosas  bien, tienes que ahorrar bastante antes..." 

Esa fue la explicación que nuestro compañero nos dio el día que las francesas y yo le invitamos a casa  a cenar. No es que no quisiera, es que esperaba el mejor momento, ese en el que su cuenta bancaria pudiera satisfacer las expectativas de la familia que "le entregaría" a su mujer.

No sé si en aquella conversación ya rondaba algo por su cabeza, o si la bella Maty le dio un ultimátum,  pero un mes después, me los encontré a todos en la biblioteca del colegio, sonrientes y felices dándome la buena nueva: ¡M Nydaye se casaba! El día anterior la familia de Maty había aceptado la dote ofrecida, y habían fijado la fiesta para el 7 de junio. Entonces pronuncié la sola frase en español que le había enseñado a Ndaye: 


"¿eres feliz?" y él me respondió "Muy feliz" y verdaderamente lo parecía.

Y después un poco lo de siempre, felicitaciones para la familia y para la novia, intercambio de mensajes y de promesas: "Vosotras seréis mis invitadas de honor". Y muchas preguntas por parte de "las blancas" que nunca habían asistido a una boda musulmana senegalesa.


"¿Cómo son las bodas aquí? ¿Hay que dar dinero? ¿regalos? ¿a qué hora hay que llegar?" 


Respuestas imprecisas a todos las preguntas por parte de nuestros amigos, que se despejaron el mismo día de la ceremonia.

Lo que sí pudimos saber antes, es que habría dos celebraciones paralelas, pues la familia de la mujer recibiría y festejaría el matrimonio por su lado con las mujeres invitadas, mientras que el hombre, lo haría con sus familiares y amigos. Hombres y mujeres separados, como siempre. La novia sin el novio hasta la madrugada, momento en el que alguien de la familia del marido, vendría a buscar a la mujer para llevarla hasta el lecho nupcial y ser entregada a su ya marido.





- Todo queda en familia - 

Parecía fácil de entender, pero el día de la boda todo fue más bello, complejo e imprevisible que lo imaginado con todas las explicaciones escuchadas las semanas antes. Y yo me llevé mi cámara para grabar y fotografiarlo todo.

Llegamos a la casa de Maty al mediodía,y nos la encontramos llena de gente, sobre todo mujeres y niños trasegando por las diferentes habitaciones. En la cocina, el patio y las habitaciones la gente comía  pollo con arroz,  y nos hacía insistentes gestos para que nos acercáramos a comer con ellos. "En las celebraciones como esta no se come pescado" me explicó uno de los griots que se sentó a comer con notros.


En la terraza, un grupo numeroso de mujeres preparaba la comida entre cacerolas humeantes. Algunas picaban cebollas sin cesar, otras sazonaban la carne y otras removían el cus-cus previsto para la noche con charlas animadas en wolof y niños a sus pies. Eran todas familiares y amigas de la familia, que se prestaban a ayudar ese día, ¿las pagaban algo  o su participación era fruto de la colaboración femenina senegalesa? no lo sé, en cualquier caso, una de ellas, al verme no dudó en pedirme dinero, algo que repetiría a lo largo del día en cada uno de nuestros encuentros. "Tu es belle, tu est gentil, mais il faut donner de l'argent" Podeis ver  nuestro primer encuentro en uno de los vídeos que ese día grabé... "Y si no te doy dinero, ¿no soy  guapa ni simpática?" la contesté bromeando.

 Hay cosas en este país a las que no te llegas a acostumbrar como esa sonrisa y piropo que viene precedido de un "dame dinero" y a la que la mayoría de las veces no sabes que contestar...






 

Muchas  personas en la casa y en la calle, pero no todas ellas invitadas a la celebración. La mayoría de los niños que pululaban a nuestros alrededor, eran niños del barrio que aprovechaban la algarabía para jugar, comer, darme sus manos y alegría, y pedirme fotos como estas: 






En la calle habían instalado una carpa blanca y cientos de sillas para los invitados muchos de ellos ya aposentados. Eran las cinco de la tarde cuando vi a la novia por primera vez desde que habíamos llegado. El cansancio de las cuatro horas de la particular peluquería y maquillaje marital, se dejaba ver en la media sonrisa que le costaba esbozar. Parecía una reina africana recién entronada con su magnifico bubú. Y los demás, estábamos allí para mirarla durante unos minutos y felicitarla a su paso.




Entre besos y abrazos, la novia fue entrando en cada una de las dependencias de la casa seguida del fotógrafo y de todo el gentío que cantaba y celebraba su llegada. Para mí fue el momento más emotivo y vital del día.


A penas veinte minutos después de su exitosa llegada a la casa familiar, Maty subiría de nuevo en el coche que la había traído, para ir esta vez a presentarse a la familia del novio. Y ya no la volveríamos a ver, vestida de blanco, hasta la noche.


- La noche llega con danza -

La noche llegó sin que nada especial pasara entre ella y la tarde.  Ahora había mucha más gente, sobre todo chicas jóvenes, con atuendos imposibles y tacones escalera que se hundían a cada paso en la arena. Pedrería, bordados, y bolsos de juguete decoraban a las maniquís de peinados y pelucas rimbombantes. Aquello que estaba viendo era un desfile de moda africana en toda regla, y no podía evitar nadar entre la fascinación y el desprecio al contemplar tantos contrastes e incoherencias delante de mí mientras que la frase "donne moi de l'argent (dame dinero)" se repetía en mi cabeza.

 Y cuando ya parecía que la novia nos había olvidado y los niños empezaban a llorar,  los sabar y los jembés empezaron a sonar, los bubús de las maniquís se abrieron y el desfile de moda, pasó a ser un espectáculo increíble de danza, en el que toda mujer que lo deseara podía participar. Bailaban esa baile tradicional en Senegal llamada "sabar" cuya escuela se encuentra en la calle y en las celebraciones cotidianas. Yo siempre soñé,  antes de venir a Senegal,  con vivir un sabar... la primera vez no tenía cámara, pero bailé, esta vez la cámara me dejó sentada para contároslo...





Maty llegó demasiado tarde, opinaron algunos, mucho después de que el sonido del sabar cesara. Pero lo que ocurrió a su llegada fue para mí lo más original de la noche, pues venía del brazo de un hombre que no era M. Ndyae pero se le parecía mucho. 

"El hermano del novio hace del novio, puesto que él, según la tradición no puede estar presente" - me contó la mujer que estaba a mi lado. ¿Cómo?. Pues eso, Maty entró en escena con el hermano de su novio, bailó con él, partió el pastel y hasta se dio dos besos en la boca. Él cantó para ella, y la cuidó como si fuera su propio marido, mientras mi compañera francesa, me decía que ella nunca había visto en todo el tiempo que había vivido en la región de Sine Saloum, que los novios celebraran la boda separados. ¿cambiaban las tradiciones de una familia a otra, de una región a otra? 

Este momento fue para mí, de un gran realismo mágico y ahora que vuelvo a ver los vídeos que puede grabar, me viene de nuevo  a la mente, algunas de las mejores escenas  de las películas de Kusturica, dónde la música y el baile convierten la realidad en inverosímil.  La novia no llegó volando, no, como en la película Underground, pero no me hubiera extrañado en absoluto si lo hubiera hecho...

Y lo peor de esos momentos,ver de nuevo el cansancio reflejado en el rostro de Maty, que parecía tan lejos de allí y de ella misma... Y que me hacía preguntarme, todo esto ¿es para quien, es para qué?





Los últimos bailes, el baile nupcial...



- Final imperfecto: "Es nuestra tradición" -


Eran las dos de la mañana, cuando alguien me ofreció por el pasillo un trozo del pastel que hacía cuatro horas había visto cortar. Lo comí en el salón con el resto de mujeres que reían y cantaban alrededor de la griot, haciendo grandes esfuerzos por no quedarme dormida. Alguna de las mujeres que se sentaba cerca de mí me volvió a pedir dinero: “donne moi de l’argent toubab”   y yo me reí, pues el vestido que ella llevaba puesto era, con toda seguridad, tres veces más caro que todo el dinero que ese día yo llevaba encima.

Y todo me parecía, no os podéis imaginar, como un sueño lleno de colores, y frases que no comprendía, en un país al que tampoco llegaba a entender y que no me entendía.

Éramos muchas allí. Cada uno de los espacios del salón que no estaba ocupado por un cuerpo humano, estaba ocupado por una enorme cesta-regalo para la novia. De vez en cuando la simpática mujer que estaba a mi lado, me hacía la traducción de todo lo que ocurría: “Mira, esas mujeres que están ahí de pie, son de la familia del novio y han venido hasta aquí para ofrecer a la familia de la novia dinero, forma parte de la tradición”. 
Pero, ¿dónde estaba la novia? Hacía más de una hora que uno de los miembros de la familia del novio, había venido a buscarla en un gran coche para llevarla frente a su marido, pero yo no la veía desde su entrada nupcial.

El resto de la familia y amigos esperábamos a que ella saliera primero, para seguirla hasta la casa marital y continuar allí la fiesta. Ese era el único momento de la noche en el que las dos familias se reunían. O al menos eso era lo que  “la tradición” decía que debíamos hacer.

Así que una parte de mí esperaba, y la otra dormía rodeada de mujeres africanas, en el salón de una casa del extrarradio arenoso de Dakar, el 7 de junio de 2014, año en el que nunca imaginé que viviría en África.

Los ojos se me cerraban cuando llegó la última sorpresa de la noche, “el conflicto familiar” claro que sí, porque ¿Qué es una boda, un bautizo o una comunión, si un conflicto o malentendido del que poder hablar los días siguientes? Si creéis que los absurdos enfados familiares en este tipo de celebraciones no ocurren en África, estáis equivocados. ¡La ignorancia es algo profundamente arraigado en nuestro ser y no entiende de razas, ni nacionalidades, ni lenguas, ni tradiciones! Nos entretienen a los humanos este tipo de problemas y somos expertos en alimentarlo en cualquier parte del mundo y en cualquier situación.

Salí a la calle cuando algunas de las mujeres que se encontraban en el salón empezaron a discutir acaloradamente en wolof, y  ya no pude volver a entrar porque las puertas de la casa se cerraron con llave, quedando una parte de los invitados dentro con la novia y otra parte, fuera. Desde la calle todos podíamos oír los gritos que salían del interior.

“Son las dos de la mañana y el novio no ha enviado un autobús para que la familia de la novia pueda ir a su casa. Tan sólo dos coches en el que no cabemos todos.” Me dijo con indignación una de las tías de Maty.
“A lo mejor no lo sabía…”
“Claro, que lo sabía, es la tradición, todo el mundo lo sabe. Lo que pasa es que no se han querido gastar dinero en eso, no quiere que vayamos, eso es todo, pero nosotros tenemos derecho a ir con ella antes de que acabe la noche”
“¿Y por qué la gente se ha encerrado en la casa?”
“Están negociando con la familia del novio, pero la novia no va a salir de aquí esta noche sin su familia no la vamos a dejar…La tradición dice que la novia debe ir con su familia y amigos a la casa del novio, es el único momento en el que nos juntamos y llevamos a las griots para cantar y bailar. Normalmente vamos en un autobús que el novio ha alquilado y que hace tiempo que debería haber llegado. Pero mira la hora que es, ¿dónde va a encontrar un autobús a estas horas? Esto no es bueno, no… yo me voy a ir a mi casa”

La tensión aumentaba y las “toubabs” no sabíamos que hacer. Deseábamos ir a casa de M. Ndyae para felicitarle, al fin y al cabo era él nuestro compañero y él quien nos había invitado, pero, ¿teníamos derecho a ir sin la novia? Todo era confuso. Los gritos de las mujeres que se escuchaban a través de las ventanas iban en aumento. Entonces las puertas de la casa se abrieron por la fuerza y un grupo de hombres visiblemente enfadados salió de ella.

Maty salió detrás, escoltada por la familia del novio y cubierta la cabeza con una manta, como una estrella recién arrestada en estado de embriaguez. Se metió en el coche, o más bien la metieron en el coche y se fue sin tan siquiera decir “adiós” a las blancas, “sus invitadas de honor”.

“Hemos negociado, y han prometido que mañana traerán un autobús para que los familiares puedan ir a casa del marido y continuar la fiesta. Han dado dinero y su palabra. Pero la novia hoy tiene que pasar la noche con su marido, si no va a traer mala suerte. Es lo que dice la tradición”

Toda la gente fue saliendo poco a poco de la casa, algunos reían, otros como la hermana de la novia lloraban. “Esto no está bien” se lamentaba.

Eran las tres de la mañana y mi primera boda senegalesa parecía llegar a su fin.

Después supimos que al día siguiente los familiares habían podido continuar la fiesta como se esperaba sin mayores problemas, y que la bella Maty cuando acabó de despedir al último invitado, se puso enferma y le subió la fiebre de agotamiento

La tradición se había cumplido, una vez más.




Otras celebraciones que disfruté en Senegal